lunes, 2 de febrero de 2009

Paisaje urbano

Me asomo a la ventana, llueve, el goteo contra el cristal ha sido el causante de mí madrugar, motivo de mi mal despertar. Voy a la maquina de café, la enciendo, busco el azúcar, se ha acabado, buen empezar. Miro a la calle, una mujer con un paraguas amarillo, mojada su falda, corre para alcanzar el autobús. Un camión recoge los bombos de la basura, suelta agua con sus ruedas al pasar ante la cabina de teléfonos, un coche intenta aparcar en un hueco estrecho, chirrían las ruedas, roza al de delante, choca con el de atrás, sale el conductor, haciendo eses elaborados desde su embriaguez. Las hojas de los árboles caen poco a poco, formando una alfombra verde, sobre el húmedo y mojado suelo. Otoño tardío, inesperado, vuelo de aves migratorias, época de inquietudes estudiantiles, sueños nacientes, promesas y pensamientos juveniles, ocaso de vidas ancianas, matrimonios que se cierran, parejas en la novedad de su conocer diario. Una pareja de policías recorren la calle, su ruta nocturna acaba, vuelta a casa, deber cumplido. Una ambulancia rompe el silencio monótono en su apresurada urgencia, un gato huye al cruzar la carretera, un perro ladra tras él, una risa juvenil, una carcajada adulta. Vuelvo a la cocina, recuerdo tener sacarina en algún lugar de la despensa, lo busco, caducó el mes pasado, da igual, necesito ese café, lo hago, me hecho los 3 sobres que encontré, lo saco al salón, a mi ventana, mi observatorio privado, mi escondite de Voyeur. Veo ya el despertar de mi ciudad, las primeras farolas que hacen pasar a la oscuridad del amanecer, los niños que llegan a sus guarderías matutinas, padres dormidos sin afeitar después de una noche de amigos, un grupo de jóvenes gritan canciones de épocas