domingo, 9 de mayo de 2010

cuenbtio

LADIOSA DE LA AMISTAD

En cierta ocasión había un joven que vagaba por el monte. Ensimismado en diferentes pensamientos se encontraba cuando, de repente vio una luz y una voz escuchó. La imagen que encontró entre la luz fue la figura de una esbelta mujer, de gran belleza según podía apreciar. El joven se intimidó ante ella. Él se consideraba a sí mismo muy poca cosa, quizá únicamente un pobre buscador de la verdad. Saludó tiernamente. Ella lo miró fijamente, y le habló:

- Dime muchacho, ¿hacia dónde es tu deseo ir?

El asustadizo joven la observaba. Puede que esperara alguna palabra más. Ojos de Mirada de Leona le respondían en el silencio a sus dudas, pues Ella no articulaba palabra e hizo que su silencio le obligara a responder.

-Voy en busca de la verdad, pues mi corazón perdido está.

Ella lo miró. Sonreía mientras lo observaba en su nerviosismo asustadizo.

El joven, presa de su estupor, aun no vislumbraba su rostro. Armado de una valentía hasta ahora ajena a él, le preguntó el porqué no asomaba su faz, pues así podría verla bien. Ella sólo entornó los ojos y se tomó su tiempo en responderle.

-No creo que deba hacerlo, esa es mi respuesta. Pues al no ver mi rostro, más facilidad tendré para ayudarte en tu búsqueda. No hay humano que pueda tener ese privilegio, pues la gran desconocida soy, aun siendo mi nombre utilizado en demasiadas ocasiones. Malgastáis la divina palabra, aún sin conocer mi realidad.

El muchacho, pese a su gran curiosidad, dudaba. La imagen que el podía vislumbrar emanaba sensualidad, la necesidad de ver su imagen se incrementaba, mas la solución a sus cuestiones le ofrecía en ayuda a cambio de no ver su rostro. Así pues decidió saber más antes de decidir.

-De acuerdo, dime como me ayudarías

Ella le miró con una sonrisa tierna. Después de unos instantes de, le contestó:

-Tres preguntas podrás hacerme, tres respuestas obtendrás.

El joven volvía a dudar. Quería tener la seguridad de que las tres preguntas eran las que debía hacer Finalmente le formuló la primera:

-¿Dónde puedo encontrar la verdad? La he buscado en ciudades y pueblos, en desiertos y bosques, por el mar y por la tierra, en ancianos y niños, mas todos tienen una diferente.

Ella no dudó y le dio la respuesta:

-Sólo la encontrarás en el corazón y en la amistad. Ahí debes buscar la verdad, en el interior de cada persona, de cada relación que te haga cultivar la sagrada misión del dar.

El joven sonreía, pues amigos muchos tenía. Dudaba acerca de la segunda, aunque ya la tenía. Ahora que sabía por donde empezar, quiso reflejar otra de sus grandes cuestiones.

-Hay muchos dioses, mas no se en cual creer. De cada dios del que escucho puedo asegurar que es el más benévolo, el verdadero, aunque luego no es sino algo diferente de cualquier otro que pueda conocer.

La dama mostró una nueva sonrisa, esta vez maternal:

-Es muy fácil, querido amigo. Debes creer en la Madre Tierra y en el Padre Sol. No hay más dioses que ellos. Fíjate que en cada cultura podrás reconocer lo femenino y lo masculino, quien nos guía y nos reprende, ellos son los que estás desde el principio de los tiempos.

El joven se sentía complacido. Además, en cada palabra, la sabiduría que emanaba le ayudaba a entender mejor su camino. Aún así jamás había escuchado aquellos dioses. Ella se adelantó a darle una explicación a sus reflexiones.

-El mundo comienza en la Madre Tierra, que todo nos lo da. El Padre Sol se encarga de cuidarnos. Durante el día nos ilumina, en la noche nos protege. La Madre, en cambio, nos da durante el día la vida y en la noche nos ilumina.

El joven, más calmado y más valiente que al empezar el encuentro. Se dispuso para la pregunta final.

-¿Por qué no dejas que nadie te vea?

Una sonrisa emanó de ella, mas esta vez eran todas las risas a la vez:

-No me ves porque no soy, sin embargo siempre me verás porque desde el principio existo. Mi nombre es amistad, y dueña de la verdad me llamarás. Soy la sombra en el desierto de la vida, y el calor en los momentos helados del dolor. Soy el todo y a la vez la nada, anido en el interior de tu alma y en la brisa de los que te rodean. Puedo reflejarme en tu corazón. Los antiguos me llamaban DEA Amiqua, Diosa de la amistad.

EL DIOS DE LA DUDA

Tras dejar a la Diosa de la Amistad siguió su camino. El sendero, según iba avanzando, se hacía más oscuro, más sinuoso. La soledad le aterraba. La estrechez del tramo que recorría le proporcionaba inseguridad. Lo único que le daba luz fueron todas esas reflexiones que le había proporcionado el encuentro con la Dea Amicua.

Al llegar a un claro se encontró con un anciano. De gran elegancia, con porte interesante, tenía una gran aura de misterio y sabiduría. La anterior experiencia le facilitó el valor suficiente como para poder hacer frente a este nuevo seguro anda casual encuentro.

-Hola joven. Veo que has tenido la oportunidad de conocer a mi querida Amistad. Sin embargo, ahora tendrás otra dura prueba de la que deberás salir victorioso para proseguir hacia la Verdad ¿Sabes quien soy? ¿Me conoces?

El joven, sin poder asimilar bien lo que le ocurría ante ésta nueva situación, se quedó absorto. Él, un pobre buscador de la verdad que sólo pretendía al comienzo de la jornada dilucidar alguna de sus múltiples preguntas, le asaltaban personajes extraños que se sumergían en sus más profundos pensamientos. Le contesto con un gesto negativo, girando la cabeza a ambos lados sin poder articular palabra alguna.

El anciano, cual Dios en el Olimpo, Emitió una sonora carcajada llena de ironía.

-¡¡¡Yo soy el Dios de la duda!!!! y para poder continuar tu camino, tres preguntas me habrás de responder sin ninguna dilación, pues sabré en todo momento cual es lo que realmente dirás. Si me son de mi gusto, te dejaré libre. En cambio, si no fueran como espero, tendrás que volver y jamás alcanzarás el estado de la verdad.

El joven, ensimismado ante tales palabras, accedió al trato.

Una nueva risa, esta aún más malévola, resonó por el claro del bosque. El Dios cruzó sus manos, se acarició la barbilla dejando pasar unos breves segundos que parecieron una eternidad. Finalmente, habló con una voz serena y potente.

-Bien, la primera rápido me habrás de contestar: ¿Qué es el amor? Y no me refiero al significado común. No, quiero que me digas la realidad de cada ser creado. Quiero la explicación que anida en cada alma.

El joven hizo una pequeña mueca de satisfacción, pues hacía poco que ese sentimiento anidaba en su vida. En cierta forma, fue eso mismo lo que le llevó a sus reflexiones.

-Es fácil, un sentimiento incondicional donde cada persona da lo mejor de sí misma para poder entregar la felicidad a quien proporciona ese sentimiento.

El anciano, sin hacer ningún gesto, accedió a validar la respuesta. Su cara parecía estar tallada en piedra. Volvió a quedarse petrificado para continuar.

-Bien, te haré la segunda pregunta, ya que me ha satisfecho tu explicación. Aún así, tienes que saber que el amor verdadero es el que se entrega sin la necesidad de ver que quiere la otra persona. El ser humano, en su mayoría, confunde el amor y el cariño, teniendo un cariz fundamental el sexo. Pero, realmente, ¿Sabéis para qué fue creado el sexo? ¿Qué finalidad tiene?

Esta vez el joven no gesticuló, solo una mínima reacción irónica acaeció en sus ojos. Esa pregunta era la que llevaba años formulándose y que le proporcionaba un eterno debate con uno de sus amigos de la infancia.

-El sexo es una demostración de amor. Cada vez que se practica es una entrega, pues da igual que sea una breve relación como una eterna, en el momento de la unión las almas se unen en el cuerpo para poder formar un solo elemento.

El Dios no pudo más que asentir, aunque ansioso esperaba a la tercera cuestión para ganar el reto. Conocía el orgullo de los hombres, el como querer ser más que nadie hería la realidad de la vida. Así pues, se dispuso a dejar claro que no había respuesta para su pregunta trampa. Debería elegir, y eso nadie era capaz.

-Bien, joven buscador. Dijo el Dios. Para poder continuar tu camino haz de decirme quien es tu mejor amigo. Y, por supuesto, el porqué.

Una sonrisa pícara emergió del rostro de nuestro protagonista pues era algo que había aprendido en su encuentro con Amistad. Las reflexiones que fluyeron en él en ese intervalo entre Dioses le había significado la respuesta a esa pregunta aún antes de saber que le sería formulada.

-Es muy fácil. No existe un mejor amigo, pues en cada etapa necesitas cosas distintas. Cada amigo tiene su lugar y su momento.

El anciano sonreía. Había cometido un error. La explicación no era de su agrado, pues cada persona tiene alguien especial a quien considera eterno en la amistad.

-Joven, dame una explicación que pueda satisfacerme. No creo que tengas razón. Siempre hay alguien incondicional que estará ahí.

-No estoy de acuerdo. Hay diferentes amigos ya que conforme avanzamos en nuestra vida, las personas evolucionan.

Por ejemplo, están los amigos e la infancia, esos con los que compartías juguetes y descubrimientos. Algunos toman senderos distintos, pero el cariño sigue latente. Son esos los que te hacen volver a una niñez perdida donde la inocencia era la dulzura de los años. Y seguirán ahí eternamente en virtud de los recuerdos y el cariño. Son los amigos eternos, pues forman parte de tu propia evolución.

En la adolescencia encontramos amigos de fiestas y complicidad. Son quienes marcan el futuro inmediato. Los que te ayudan en logros y te alzan en caídas, con los que marcas un tiempo futuro y un presente de conocimientos nuevos. Son los amigos que estarán siempre pues dan la alegría de la juventud.

Poco a poco llegarán personas con las que compartirás más intimidad, quizá incluso sexual. No podemos olvidar a quienes están ahí para entregarse y a quien le entregamos, refugios o islas en el mar de los años.

También esa persona que con la que formaremos un proyecto común. Será amigo o amiga, alguien con quien levantarse cada mañana y acostarnos cada noche, la base de un día a día, esencial para el resto de nuestras vidas.

También en el trabajo, en distintos acontecimientos sociales podemos localizar amigos que serán importantes, ya sea por un breve periodo o por una gran etapa.

En definitiva, el mejor amigo es aquel que te da la seguridad proporciona el conocimiento de unos mismo, en la fortaleza y en la debilidad. La amistad es el regalo de más íntimo del ser humano, pues entregas y recibes con el convencimiento de que no existe egoísmo. El mejor amigos es quien en el instante adecuado refresca el calor que nos da un sinsabor, quien dibuja una sonrisa donde antes hubo una lágrima, es quien da a tus oídos las palabras de aliento o de ánimo, quien no disfraza la realidad por querer ser quien te da la felicidad. La amistad reparte la verdad del alma en cada momento. Es la verdad del hombre, pues jamás un amigo te mentirá aunque en el riesgo de decir lo que no quieras escuchar. El mejor amigo es quien te lleva a la Verdad.

Cada día puede aparecer un nievo amigo, efímero o eterno, pero que nos entregará la lama de la esperanza.

El Dios, asombrado, no pudo replicar absolutamente nada. Se apartó del camino y nuestro joven protagonista pudo continuar en su búsqueda. La Duda puede sembrar la agonía de quien no conoce, pero jamás podrá herir de muerte una amistad.

LA REINA DEL DESTINO

Al dejar al Dios de la duda volvió al sendero que le debía conducir hacia su meta, el conocimiento e la verdad. De nuevo ensimismado en sus pensamientos no percibió que alguien se había acercado de tal forma que ahora caminaban en paralelo y cualquiera que los viera podría creer que eran compañeros de viaje, pues no era extraño que en esos lares nadie fuera solo.

Al darse cuenta de que tenía compañía se le quedó mirando fijamente. Era una mujer de su edad, pues aunque sus formas y rasgos le hicieran pensar eso, había algo que le daba un aura de sabiduría. Desprendía una fragancia que invitaba a la meditación. Quizá tuvieran la misma altura. Era esbelta y de gran belleza. Hermosas facciones que denotaban tristeza.

El joven se le acercó y, con bellas palabras, su amistad le ofreció, ya que la melancolía de sus ojos le enternecía. Ella con su semblante serio y sus ojos tristes, agradeció el amable y caballeroso regalo. Tanto sus palabras como sus gestos reflejaron que era alguien con las ideas muy claras, de conducta firme y fiel a sus ideales, de gran corazón.

En la soledad de la noche continuaron. Ninguno preguntó hacia donde iban, pues ambos sabían que es lo que estaba escrito. Se deleitaban con el canto de las aves nocturnas, con el aroma de la tierra mojada por el rocío. Así fueron caminando y narrando cada uno algo de su propia historia, de su vida, de sus anhelos y deseos.

Ella le contó brevemente que había ido a recoger la siembra cuando se dio cuenta de que se hallaba en un lugar desconocido hasta entonces. Se encontraba dispersa en los recuerdos y apareció allí. Tenía miedo, y sin embargo continuó. Fue así como lo encontró. Él le relató sus anteriores encuentros, y como aún no era capaz de entender del todo la realidad que buscaba.

Tenía un tronco común por el que se sintieron más unidos. No era otro que el desamor. Aunque distintos fines y destinos les esperaban, por el mismo camino debían recorrer. Así pudieron saber más el uno del otro y llegar a conocerse más a sí mismos. Cuando vieron que aparecía una bifurcación hacia sus destinos, y se aprestaban a tomarlas, apareció de la nada un Reino. De gran belleza y a la vez enérgico era su castillo. Se acercaron a las troneras cuando la guardia del palacio les pidió que entraran, pues su reina estaba esperando su visita. A pesar de la sorpresa, amablemente aceptaron, ya que sabían que de no hacerlo no podrían continuar su camino.

Les condujeron a un gran salón carente de todo adorno, con tapices sencillos y amplios ventanales. Dos lacayos de sonrisa amplia les tendieron dos asientos. Al mismo tiempo aparecieron cuatro servidores más portando un Trono de madera repujado. El Sillar disponía de preciosos paisajes tallados en la madera. Sentada con solemnidad apareció la Reina. Su edad avanzada no le permitía caminar, así que era traslada en el trono. No carecía de hermosura, la que incluso se podría describir como angelical dado la dulzura de su tez. Con una sonrisa enternecedora, que a nuestro amigo le recordara los episodios ya vividos, les preguntó la razón e que hubieran entrado en sus territorios, pues debía saber que su reino era considerado como lugar vedado a quien no estuviera invitado.

Ambos se apresuraron a disculparse, pues desconocían tal formativa. Él, presto a responderle, le dijo que viaja al encuentro de la verdad. Ella dijo que se encontraba buscándose a sí misma. Al acabar de hablar se miraron con ojos que delataban su recién adquirida complicidad.

La reina les propuso un trato. Le haría dos preguntas a cada uno. Si con sus respuestas se diera por satisfecha, ellos les podrían formular a su vez dos. Y les añadió la oportunidad de que, como eran sus tierras, ella les aconsejaría el mejor camino a seguir. Naturalmente aceptaron encantados, pues no creyeron en ningún momento que fuera a faltar a su palabra.

-Bien, querida y joven dama, veo en ti una mirada perdida, quizá confundida por razones que se me escapan. Es por eso mismo que te preguntaré la razón que te obliga a mirar hacia atrás cuando tu futuro es hacia delante. Y es tu obligación otorgar la mayor sinceridad a tus palabras.

Se sonrojó, pues no había hablado a nadie de que el pasado era lo que la oprimía. Quedó absorta recorriendo con la mirada las líneas y dibujos del suelo. Al cabo de unos minutos donde las respiraciones fueron el único sonido, contestó.

-Alteza, sólo veo mi propio dolor, y aunque hace poco que he conocido la verdadera amistad, el dolor de un amor perdido me obstruye en mi alma algo que no deja proyectar mi verdadero sentir.

La reina se quedó satisfecha, pues en sus palabras había más de lo que la joven creía haber dicho. Con sus dedos sostenía un pequeño cetro con el que jugueteaba. Finalmente lo alzó con una grácil firmeza y volvió a señalarla.

-Claras han sido tus palabras, aunque pecas de falta de osadía. Eres joven y sin embargo has vivido mucho. El desamor, cierto es, no te es descocido. La amistad has sabido cultivar. Pero, ¿Por qué te aferras un ayer cuando te es regalado en cada amanecer un hoy?

Ahora no pudo responder con seguridad. Ese era el quid de la cuestión que le estaba abstrayendo de su felicidad diaria. Sin embargo recordó algo que su nuevo amigo le había dicho y que resonaba en su cabeza.

-"De los errores q cometí aprendo, aunque ciego está quien no puede verlo. Estrellas aparecen en nuestras vidas, ya sean fugaces o perennes, esos amigos que nos llenan el corazón y el alma". Esta cita creo que es la más indicada para poder explicar como he comenzado a vivir una nueva etapa. Espero que sirva a modo de respuesta.

La reina asintió a la vez que le regaló una sonrisa fraternal. Ahora sus ojos se refugiaban en nuestro protagonista masculino. Conocía los anteriores encuentros, y tenía la obligación de saber si les habían sido de utilidad.

-Bueno, has pasado por Amistad y por el Dios de la Duda. Ahora te encuentras ante mí, a la que llaman Reina del Destino. Así que lo primero que quiero que me digas es lo que depositas en el cajón de las esperanzas referente a tu destino, ya sea próximo o lejano.

Acostumbrado ya como estaba a las preguntas que le formularan antes, no le fue sorprendente ésta. En cierto modo esperaba algo así, pues en cada etapa de su aventura redescubría que el saber está ligado con el aprender. El conocimiento se obtiene del ansia de aprender y saber.

-Sólo vivo un día a día. No pretendo nada, no busco, agradezco cada presente que esta irónica vida mía me otorga. No espero, simplemente busco la verdad, regalar una sonrisa de felicidad y ser fiel a mi mismo y a mis ideales.

-Bien, respondida estoy y satisfecha también. Ahora me pregunto en que te influye tu pasado en relación a tu futuro. ¿Qué me puedes decir?

En esta ocasión no sonrió, pues una nube de recuerdos obscurecía todo su ser.

-Mi pasado no puedo cambiar, muchas marcas me dejó. Sólo puedo llevarlo en mi corazón marcado por el fuego de quien lo ha vivido intensamente, tanto en los buenos momentos como en aquellos que hubiera deseado que no acontecieran. De él aprendí, pero no quiero se vuelva a repetir.

La reina asintió, pues sabia de su vida. De todas aquellas cosas que le habían ocurrido desde su más tierna infancia, de su adolescencia y de aquellos retales de vidas que era la suya.

-de acuerdo a mi promesa tenéis derecho a dos preguntas, formuladlas con prontitud, pues cansada me encuentro dada mi avanzada edad.

Nuestra nueva amiga estaba nerviosa, aunque fue la primera en hablar, ansiosa que estaba en descubrir lo que le pudiera decir, pues no era conocedora de las situaciones por las que su amigo había pasado.

-¿Cuándo conoceré el verdadero amor? He conocido por otros lo que es amar, lo he leído, lo he dibujado en mi imaginación y ahora tengo la necesidad de sentirlo.

-Hija, ese amor del que hablas sólo lo conocerás en tu corazón, cuando aprendas a escucharlo. Ama con pasión, y nunca dejes que tu vida dependa de ello, pues aunque des y recibas, no debes prescindir de tu tesoro más preciado: TU. Disfruta de la relación que te dará el sentimiento, pero jamás dejes que el te guíe en el sendero. El sentimiento debe ir acompañado de la razón. Sólo lo conocerás cuando te quieras a ti misma, será en ese momento cuando comiences a saber que el amor anida en ti, pues el mayor de los amores es el que se tiene a uno mismo y que se reflejará en las personas a las que ames.

Un sonrojo se dibujó en sus mejillas, pues necesitaba saber algo más.

-¿Cómo sabré que ha llegado?

-Muy fácil. Se producirá algo en ti el día en que la amistad alimente tu corazón, las dudas se evaporen en el gusto de vivir tu destino junto a la persona que deseas, con quien tengas la necesidad de compartir cada instante, ya sea hermoso o terrible. Será el pilar donde sostener cada decisión, el mar de calma en la tristeza y el alborozo primaveral de la alegría. La sapiencia de la madurez regada por la inocencia de la infancia. Es la unión del ying y del yang formando un cuerpo compartido por dos almas.

Una sonrisa ilumino su rostro. Sin embargo el joven se mostraba nervioso.

-¿Y nuestro destino está escrito? Nadie mejor que tú para responderme a esto.

La reina pasó su mirada por la sala. No existía ningún libro donde poder entregar la respuesta.

-Querido amigo, sólo yo lo se, pues de tu corazón y tu mente brotarán las palabras del libro del destino. Cierto es que los matices creé antes de tu venida al mundo, pero el único elector del mismo eres tú. Eres dueño de aciertos y esclavo de errores, tu destino eres tú mismo, pues en cada paso aventuras tu mañana, en cada huella marcas tu pasado y cada aurora recibes el presente. Viviendo sen forja el destino. Recordando sin vivir, hacéis renacer el pasado eterno.

Ya satisfecho por la respuesta, quiso hacer la segunda. Sabía de la importancia que tendría, pues según la formulara el encuentro con la verdad sería más o menos lejano.

-Se que sigo un camino que finalizará en el día de mi transito a otra vida, pues la verdad esta en cada uno y uno mismo debe encontrarla. Sin embargo desearía saber algo más, ¿Cómo llegaré a la sabiduría?

La anciana monarca, cual joven doncella se levantó. Le miro fijamente, y le contestó.

-Mira si tu corazón es puro. Si tus pensamientos son alegres. Si tus amigos viven en la felicidad. Al conocer todo esto, encontrarás la sabiduría. La pureza del sentimiento y el esfuerzo de hacer feliz es el mayor saber. Cuidas de ti y de los que te rodean haciendo rodar la rueda de una fortuna que irradia la luz de la tranquilidad, pues quien vive feliz, otorga alegría.

Una vez terminada la conversación se encontraron de nuevo en el camino. No hubo despedida alguna. Ella sólo alzó su mano, los miró y sus sirvientes la devolvieron por la misma puerta pode donde entró. Ahora también era el momento de despedirse el uno del otro. Cada cual debía seguir su camino, aunque ambos sabían q se encontrarían, pues vida les llevaría por parecidos senderos. El encuentro con la Reina del Destino les había otorgado la seguridad de que esta incipiente amistad no sería efímera. El ambiente no era de despedida. Se desearon felicidad y anduvieron sin volverse a buscar al otro. El destino estaba marcado y sólo debían ser pacientes.

Cada cual continuó hacia su propio destino. Ella sabía ahora que debía hacer y las decisiones a tomar. Realmente no había diferenciado la realidad de la fantasía. Todo cambiaba después de los últimos acontecimientos. Quizá fuera por ello que el bosque le parecía menos tenebroso. Las flores silvestres desprendían un aroma más virginal y no tan rudo como anteriormente. Las reflexiones que se hacía le llevaban a la esperanza, un verdor en su alma que le otorgaba una ilusión nueva. El destino está marcado y sólo tendría que ir en su búsqueda sin miedo alguno y con la seguridad de querer vivir cada día, pues la vida es hermosa cuando se mira de frente.

Él, en cambio, encontró un nuevo sombrío atajo hacia su verdad. Aún no había logrado disipar todo lo que en su cabeza anidaba. Los acontecimientos le estaban ayudando, aunque había algo de inseguridad aún en su ser. Fue así como llegó a su última etapa.

EL ANGEL DE LA GUARDA

El sendero era ahora tenebroso, más bien era un camino lleno de ruidos indefinibles y extrañas sombras. Cada paso que daba lo hacía como una exhalación, no quería estar allí. Le resultaba difícil encontrarse en ese lugar después de su anterior experiencia con La reina y con su nueva amiga. Sabía que debía pasar esta parte para hallar su verdad, sólo que en esta ocasión se le hacía más difícil.

El cansancio hacía mella en él. Se recostó en un ciprés que debía de ser centenario. Las sombras y los sonidos le atosigaban. Necesitaba reposar, no tanto su cuerpo como su mente. Las ideas, las experiencias le hacían ver la necesidad de relajarse, aunque el miedo se acrecentaba en él.

En el momento de mayor desesperación, cuando el sueño ya le ganaba y las sombras le acosaban, vio una luz, una luz que le iluminó, y que, sorprendentemente le habló:

-Hola caminante, vengo en tu ayuda, la luz te traigo para que la esperanza vuelva a ti.

El joven, aun somnoliento, no podía creer lo q veía y escuchaba. ¿Será un sueño? Se preguntaba a sí mismo. ¿Será la antesala de la muerte?

El ángel lo miró, y, sonriendo le dijo:

-No te asustes, soy algo así como tu otro yo, formo parte de tu alma, soy la luz que te anima, la esperanza q te levanta.

El joven, aun sin entender lo q le decía, se sintió seguro. Más quería preguntarle quien era.

-soy tu ángel de la guara, aquel q esta cuando no me ves, el mismo q de los peligros te protege, de acontecimientos te avisa.

Nuestro joven amigo no salía de su asombro, pues nunca había escuchado q hubiera Ángeles axial. Mas quería creer aquella luz q ilumino su camino.

-me dices quien eres? porque justo ahora apareces?

-bueno, siempre estoy cuando me necesitas, siempre aparezco en los momentos de mayor angustia, soy aquel q te coge la mano cuando a caer vas, soy esa luz q un día te ilumino en tu camino, esa voz q te llamaba cuando fuiste a caer, ese amigo q encontraste cuando te creías solo.

El joven no podía creer lo q escuchaba. Nunca olvidara esa voz q le llamo cuando estuvo a `punto de caer una noche en un precipicio, nadie había sido, solo una voz desconocida. Ni tampoco esa mano amiga q reno su ímpetu en los momentos de mayor desgracia, o esa persona q jamás volvería a ver q le animo en su peor día.

-sabes? se q nunca creen en mi, q soy una pequeña invención de la mente, pero me gustaría q todos se preguntaran cuando estaban tan mal, quien les ayudo? y esa vez q tan tristes estaban, pero recibieron una alegría, quien les ilumino?

-pero ángel, pocos creen en ti, mas tu tampoco te dejas ver.

El ángel, más feliz q antes, le contesto:

-en este mundo de inseguridad, egoísmo, superficialidad, quien se creería q existo? quien no diría q fue el/la el q lo hizo? entiende q nadie seria capaz de reconocer yo lo ayude, y si no, pregunta cuantas personas lo harian.no, no creo q nadie sea capaz de acordarse de mi, ni q nadie me quiera conocer, ni q nadie dijera q yo le salve....

Tras esas palabras, nuestro joven se quedo dormido, aun en el camino de la tempestad, ese camino q todos recorremos en algún momento y q nunca sabemos como salimos de el.

Cuando el sol le acariciaba las mejillas se despertó, no recordaba haberse dormido, ni q hubo pasado, solo q caminaba solo, en el miedo de su corazón....

domingo, 2 de mayo de 2010

Noviembre de playa

Me tumbe en la arena. Llovía, el agua me caía en la cara, mojaba la camisa que se me pegaba al cuerpo. La luna sobresalía entre las nubes y las olas chocaban en la arena acompasando las gotas que refrescaban aún más la noche.

Ella llegó en silencio. Un vestido de lino, unos zapatos de tacón, ropa interior blanca, una sonrisa eterna que iluminó la noche. Se sentó a mi lado, entrelazó sus dedos en los míos, me miró, me sonrió, me besó.