domingo, 9 de mayo de 2010

cuenbtio

LADIOSA DE LA AMISTAD

En cierta ocasión había un joven que vagaba por el monte. Ensimismado en diferentes pensamientos se encontraba cuando, de repente vio una luz y una voz escuchó. La imagen que encontró entre la luz fue la figura de una esbelta mujer, de gran belleza según podía apreciar. El joven se intimidó ante ella. Él se consideraba a sí mismo muy poca cosa, quizá únicamente un pobre buscador de la verdad. Saludó tiernamente. Ella lo miró fijamente, y le habló:

- Dime muchacho, ¿hacia dónde es tu deseo ir?

El asustadizo joven la observaba. Puede que esperara alguna palabra más. Ojos de Mirada de Leona le respondían en el silencio a sus dudas, pues Ella no articulaba palabra e hizo que su silencio le obligara a responder.

-Voy en busca de la verdad, pues mi corazón perdido está.

Ella lo miró. Sonreía mientras lo observaba en su nerviosismo asustadizo.

El joven, presa de su estupor, aun no vislumbraba su rostro. Armado de una valentía hasta ahora ajena a él, le preguntó el porqué no asomaba su faz, pues así podría verla bien. Ella sólo entornó los ojos y se tomó su tiempo en responderle.

-No creo que deba hacerlo, esa es mi respuesta. Pues al no ver mi rostro, más facilidad tendré para ayudarte en tu búsqueda. No hay humano que pueda tener ese privilegio, pues la gran desconocida soy, aun siendo mi nombre utilizado en demasiadas ocasiones. Malgastáis la divina palabra, aún sin conocer mi realidad.

El muchacho, pese a su gran curiosidad, dudaba. La imagen que el podía vislumbrar emanaba sensualidad, la necesidad de ver su imagen se incrementaba, mas la solución a sus cuestiones le ofrecía en ayuda a cambio de no ver su rostro. Así pues decidió saber más antes de decidir.

-De acuerdo, dime como me ayudarías

Ella le miró con una sonrisa tierna. Después de unos instantes de, le contestó:

-Tres preguntas podrás hacerme, tres respuestas obtendrás.

El joven volvía a dudar. Quería tener la seguridad de que las tres preguntas eran las que debía hacer Finalmente le formuló la primera:

-¿Dónde puedo encontrar la verdad? La he buscado en ciudades y pueblos, en desiertos y bosques, por el mar y por la tierra, en ancianos y niños, mas todos tienen una diferente.

Ella no dudó y le dio la respuesta:

-Sólo la encontrarás en el corazón y en la amistad. Ahí debes buscar la verdad, en el interior de cada persona, de cada relación que te haga cultivar la sagrada misión del dar.

El joven sonreía, pues amigos muchos tenía. Dudaba acerca de la segunda, aunque ya la tenía. Ahora que sabía por donde empezar, quiso reflejar otra de sus grandes cuestiones.

-Hay muchos dioses, mas no se en cual creer. De cada dios del que escucho puedo asegurar que es el más benévolo, el verdadero, aunque luego no es sino algo diferente de cualquier otro que pueda conocer.

La dama mostró una nueva sonrisa, esta vez maternal:

-Es muy fácil, querido amigo. Debes creer en la Madre Tierra y en el Padre Sol. No hay más dioses que ellos. Fíjate que en cada cultura podrás reconocer lo femenino y lo masculino, quien nos guía y nos reprende, ellos son los que estás desde el principio de los tiempos.

El joven se sentía complacido. Además, en cada palabra, la sabiduría que emanaba le ayudaba a entender mejor su camino. Aún así jamás había escuchado aquellos dioses. Ella se adelantó a darle una explicación a sus reflexiones.

-El mundo comienza en la Madre Tierra, que todo nos lo da. El Padre Sol se encarga de cuidarnos. Durante el día nos ilumina, en la noche nos protege. La Madre, en cambio, nos da durante el día la vida y en la noche nos ilumina.

El joven, más calmado y más valiente que al empezar el encuentro. Se dispuso para la pregunta final.

-¿Por qué no dejas que nadie te vea?

Una sonrisa emanó de ella, mas esta vez eran todas las risas a la vez:

-No me ves porque no soy, sin embargo siempre me verás porque desde el principio existo. Mi nombre es amistad, y dueña de la verdad me llamarás. Soy la sombra en el desierto de la vida, y el calor en los momentos helados del dolor. Soy el todo y a la vez la nada, anido en el interior de tu alma y en la brisa de los que te rodean. Puedo reflejarme en tu corazón. Los antiguos me llamaban DEA Amiqua, Diosa de la amistad.

EL DIOS DE LA DUDA

Tras dejar a la Diosa de la Amistad siguió su camino. El sendero, según iba avanzando, se hacía más oscuro, más sinuoso. La soledad le aterraba. La estrechez del tramo que recorría le proporcionaba inseguridad. Lo único que le daba luz fueron todas esas reflexiones que le había proporcionado el encuentro con la Dea Amicua.

Al llegar a un claro se encontró con un anciano. De gran elegancia, con porte interesante, tenía una gran aura de misterio y sabiduría. La anterior experiencia le facilitó el valor suficiente como para poder hacer frente a este nuevo seguro anda casual encuentro.

-Hola joven. Veo que has tenido la oportunidad de conocer a mi querida Amistad. Sin embargo, ahora tendrás otra dura prueba de la que deberás salir victorioso para proseguir hacia la Verdad ¿Sabes quien soy? ¿Me conoces?

El joven, sin poder asimilar bien lo que le ocurría ante ésta nueva situación, se quedó absorto. Él, un pobre buscador de la verdad que sólo pretendía al comienzo de la jornada dilucidar alguna de sus múltiples preguntas, le asaltaban personajes extraños que se sumergían en sus más profundos pensamientos. Le contesto con un gesto negativo, girando la cabeza a ambos lados sin poder articular palabra alguna.

El anciano, cual Dios en el Olimpo, Emitió una sonora carcajada llena de ironía.

-¡¡¡Yo soy el Dios de la duda!!!! y para poder continuar tu camino, tres preguntas me habrás de responder sin ninguna dilación, pues sabré en todo momento cual es lo que realmente dirás. Si me son de mi gusto, te dejaré libre. En cambio, si no fueran como espero, tendrás que volver y jamás alcanzarás el estado de la verdad.

El joven, ensimismado ante tales palabras, accedió al trato.

Una nueva risa, esta aún más malévola, resonó por el claro del bosque. El Dios cruzó sus manos, se acarició la barbilla dejando pasar unos breves segundos que parecieron una eternidad. Finalmente, habló con una voz serena y potente.

-Bien, la primera rápido me habrás de contestar: ¿Qué es el amor? Y no me refiero al significado común. No, quiero que me digas la realidad de cada ser creado. Quiero la explicación que anida en cada alma.

El joven hizo una pequeña mueca de satisfacción, pues hacía poco que ese sentimiento anidaba en su vida. En cierta forma, fue eso mismo lo que le llevó a sus reflexiones.

-Es fácil, un sentimiento incondicional donde cada persona da lo mejor de sí misma para poder entregar la felicidad a quien proporciona ese sentimiento.

El anciano, sin hacer ningún gesto, accedió a validar la respuesta. Su cara parecía estar tallada en piedra. Volvió a quedarse petrificado para continuar.

-Bien, te haré la segunda pregunta, ya que me ha satisfecho tu explicación. Aún así, tienes que saber que el amor verdadero es el que se entrega sin la necesidad de ver que quiere la otra persona. El ser humano, en su mayoría, confunde el amor y el cariño, teniendo un cariz fundamental el sexo. Pero, realmente, ¿Sabéis para qué fue creado el sexo? ¿Qué finalidad tiene?

Esta vez el joven no gesticuló, solo una mínima reacción irónica acaeció en sus ojos. Esa pregunta era la que llevaba años formulándose y que le proporcionaba un eterno debate con uno de sus amigos de la infancia.

-El sexo es una demostración de amor. Cada vez que se practica es una entrega, pues da igual que sea una breve relación como una eterna, en el momento de la unión las almas se unen en el cuerpo para poder formar un solo elemento.

El Dios no pudo más que asentir, aunque ansioso esperaba a la tercera cuestión para ganar el reto. Conocía el orgullo de los hombres, el como querer ser más que nadie hería la realidad de la vida. Así pues, se dispuso a dejar claro que no había respuesta para su pregunta trampa. Debería elegir, y eso nadie era capaz.

-Bien, joven buscador. Dijo el Dios. Para poder continuar tu camino haz de decirme quien es tu mejor amigo. Y, por supuesto, el porqué.

Una sonrisa pícara emergió del rostro de nuestro protagonista pues era algo que había aprendido en su encuentro con Amistad. Las reflexiones que fluyeron en él en ese intervalo entre Dioses le había significado la respuesta a esa pregunta aún antes de saber que le sería formulada.

-Es muy fácil. No existe un mejor amigo, pues en cada etapa necesitas cosas distintas. Cada amigo tiene su lugar y su momento.

El anciano sonreía. Había cometido un error. La explicación no era de su agrado, pues cada persona tiene alguien especial a quien considera eterno en la amistad.

-Joven, dame una explicación que pueda satisfacerme. No creo que tengas razón. Siempre hay alguien incondicional que estará ahí.

-No estoy de acuerdo. Hay diferentes amigos ya que conforme avanzamos en nuestra vida, las personas evolucionan.

Por ejemplo, están los amigos e la infancia, esos con los que compartías juguetes y descubrimientos. Algunos toman senderos distintos, pero el cariño sigue latente. Son esos los que te hacen volver a una niñez perdida donde la inocencia era la dulzura de los años. Y seguirán ahí eternamente en virtud de los recuerdos y el cariño. Son los amigos eternos, pues forman parte de tu propia evolución.

En la adolescencia encontramos amigos de fiestas y complicidad. Son quienes marcan el futuro inmediato. Los que te ayudan en logros y te alzan en caídas, con los que marcas un tiempo futuro y un presente de conocimientos nuevos. Son los amigos que estarán siempre pues dan la alegría de la juventud.

Poco a poco llegarán personas con las que compartirás más intimidad, quizá incluso sexual. No podemos olvidar a quienes están ahí para entregarse y a quien le entregamos, refugios o islas en el mar de los años.

También esa persona que con la que formaremos un proyecto común. Será amigo o amiga, alguien con quien levantarse cada mañana y acostarnos cada noche, la base de un día a día, esencial para el resto de nuestras vidas.

También en el trabajo, en distintos acontecimientos sociales podemos localizar amigos que serán importantes, ya sea por un breve periodo o por una gran etapa.

En definitiva, el mejor amigo es aquel que te da la seguridad proporciona el conocimiento de unos mismo, en la fortaleza y en la debilidad. La amistad es el regalo de más íntimo del ser humano, pues entregas y recibes con el convencimiento de que no existe egoísmo. El mejor amigos es quien en el instante adecuado refresca el calor que nos da un sinsabor, quien dibuja una sonrisa donde antes hubo una lágrima, es quien da a tus oídos las palabras de aliento o de ánimo, quien no disfraza la realidad por querer ser quien te da la felicidad. La amistad reparte la verdad del alma en cada momento. Es la verdad del hombre, pues jamás un amigo te mentirá aunque en el riesgo de decir lo que no quieras escuchar. El mejor amigo es quien te lleva a la Verdad.

Cada día puede aparecer un nievo amigo, efímero o eterno, pero que nos entregará la lama de la esperanza.

El Dios, asombrado, no pudo replicar absolutamente nada. Se apartó del camino y nuestro joven protagonista pudo continuar en su búsqueda. La Duda puede sembrar la agonía de quien no conoce, pero jamás podrá herir de muerte una amistad.

LA REINA DEL DESTINO

Al dejar al Dios de la duda volvió al sendero que le debía conducir hacia su meta, el conocimiento e la verdad. De nuevo ensimismado en sus pensamientos no percibió que alguien se había acercado de tal forma que ahora caminaban en paralelo y cualquiera que los viera podría creer que eran compañeros de viaje, pues no era extraño que en esos lares nadie fuera solo.

Al darse cuenta de que tenía compañía se le quedó mirando fijamente. Era una mujer de su edad, pues aunque sus formas y rasgos le hicieran pensar eso, había algo que le daba un aura de sabiduría. Desprendía una fragancia que invitaba a la meditación. Quizá tuvieran la misma altura. Era esbelta y de gran belleza. Hermosas facciones que denotaban tristeza.

El joven se le acercó y, con bellas palabras, su amistad le ofreció, ya que la melancolía de sus ojos le enternecía. Ella con su semblante serio y sus ojos tristes, agradeció el amable y caballeroso regalo. Tanto sus palabras como sus gestos reflejaron que era alguien con las ideas muy claras, de conducta firme y fiel a sus ideales, de gran corazón.

En la soledad de la noche continuaron. Ninguno preguntó hacia donde iban, pues ambos sabían que es lo que estaba escrito. Se deleitaban con el canto de las aves nocturnas, con el aroma de la tierra mojada por el rocío. Así fueron caminando y narrando cada uno algo de su propia historia, de su vida, de sus anhelos y deseos.

Ella le contó brevemente que había ido a recoger la siembra cuando se dio cuenta de que se hallaba en un lugar desconocido hasta entonces. Se encontraba dispersa en los recuerdos y apareció allí. Tenía miedo, y sin embargo continuó. Fue así como lo encontró. Él le relató sus anteriores encuentros, y como aún no era capaz de entender del todo la realidad que buscaba.

Tenía un tronco común por el que se sintieron más unidos. No era otro que el desamor. Aunque distintos fines y destinos les esperaban, por el mismo camino debían recorrer. Así pudieron saber más el uno del otro y llegar a conocerse más a sí mismos. Cuando vieron que aparecía una bifurcación hacia sus destinos, y se aprestaban a tomarlas, apareció de la nada un Reino. De gran belleza y a la vez enérgico era su castillo. Se acercaron a las troneras cuando la guardia del palacio les pidió que entraran, pues su reina estaba esperando su visita. A pesar de la sorpresa, amablemente aceptaron, ya que sabían que de no hacerlo no podrían continuar su camino.

Les condujeron a un gran salón carente de todo adorno, con tapices sencillos y amplios ventanales. Dos lacayos de sonrisa amplia les tendieron dos asientos. Al mismo tiempo aparecieron cuatro servidores más portando un Trono de madera repujado. El Sillar disponía de preciosos paisajes tallados en la madera. Sentada con solemnidad apareció la Reina. Su edad avanzada no le permitía caminar, así que era traslada en el trono. No carecía de hermosura, la que incluso se podría describir como angelical dado la dulzura de su tez. Con una sonrisa enternecedora, que a nuestro amigo le recordara los episodios ya vividos, les preguntó la razón e que hubieran entrado en sus territorios, pues debía saber que su reino era considerado como lugar vedado a quien no estuviera invitado.

Ambos se apresuraron a disculparse, pues desconocían tal formativa. Él, presto a responderle, le dijo que viaja al encuentro de la verdad. Ella dijo que se encontraba buscándose a sí misma. Al acabar de hablar se miraron con ojos que delataban su recién adquirida complicidad.

La reina les propuso un trato. Le haría dos preguntas a cada uno. Si con sus respuestas se diera por satisfecha, ellos les podrían formular a su vez dos. Y les añadió la oportunidad de que, como eran sus tierras, ella les aconsejaría el mejor camino a seguir. Naturalmente aceptaron encantados, pues no creyeron en ningún momento que fuera a faltar a su palabra.

-Bien, querida y joven dama, veo en ti una mirada perdida, quizá confundida por razones que se me escapan. Es por eso mismo que te preguntaré la razón que te obliga a mirar hacia atrás cuando tu futuro es hacia delante. Y es tu obligación otorgar la mayor sinceridad a tus palabras.

Se sonrojó, pues no había hablado a nadie de que el pasado era lo que la oprimía. Quedó absorta recorriendo con la mirada las líneas y dibujos del suelo. Al cabo de unos minutos donde las respiraciones fueron el único sonido, contestó.

-Alteza, sólo veo mi propio dolor, y aunque hace poco que he conocido la verdadera amistad, el dolor de un amor perdido me obstruye en mi alma algo que no deja proyectar mi verdadero sentir.

La reina se quedó satisfecha, pues en sus palabras había más de lo que la joven creía haber dicho. Con sus dedos sostenía un pequeño cetro con el que jugueteaba. Finalmente lo alzó con una grácil firmeza y volvió a señalarla.

-Claras han sido tus palabras, aunque pecas de falta de osadía. Eres joven y sin embargo has vivido mucho. El desamor, cierto es, no te es descocido. La amistad has sabido cultivar. Pero, ¿Por qué te aferras un ayer cuando te es regalado en cada amanecer un hoy?

Ahora no pudo responder con seguridad. Ese era el quid de la cuestión que le estaba abstrayendo de su felicidad diaria. Sin embargo recordó algo que su nuevo amigo le había dicho y que resonaba en su cabeza.

-"De los errores q cometí aprendo, aunque ciego está quien no puede verlo. Estrellas aparecen en nuestras vidas, ya sean fugaces o perennes, esos amigos que nos llenan el corazón y el alma". Esta cita creo que es la más indicada para poder explicar como he comenzado a vivir una nueva etapa. Espero que sirva a modo de respuesta.

La reina asintió a la vez que le regaló una sonrisa fraternal. Ahora sus ojos se refugiaban en nuestro protagonista masculino. Conocía los anteriores encuentros, y tenía la obligación de saber si les habían sido de utilidad.

-Bueno, has pasado por Amistad y por el Dios de la Duda. Ahora te encuentras ante mí, a la que llaman Reina del Destino. Así que lo primero que quiero que me digas es lo que depositas en el cajón de las esperanzas referente a tu destino, ya sea próximo o lejano.

Acostumbrado ya como estaba a las preguntas que le formularan antes, no le fue sorprendente ésta. En cierto modo esperaba algo así, pues en cada etapa de su aventura redescubría que el saber está ligado con el aprender. El conocimiento se obtiene del ansia de aprender y saber.

-Sólo vivo un día a día. No pretendo nada, no busco, agradezco cada presente que esta irónica vida mía me otorga. No espero, simplemente busco la verdad, regalar una sonrisa de felicidad y ser fiel a mi mismo y a mis ideales.

-Bien, respondida estoy y satisfecha también. Ahora me pregunto en que te influye tu pasado en relación a tu futuro. ¿Qué me puedes decir?

En esta ocasión no sonrió, pues una nube de recuerdos obscurecía todo su ser.

-Mi pasado no puedo cambiar, muchas marcas me dejó. Sólo puedo llevarlo en mi corazón marcado por el fuego de quien lo ha vivido intensamente, tanto en los buenos momentos como en aquellos que hubiera deseado que no acontecieran. De él aprendí, pero no quiero se vuelva a repetir.

La reina asintió, pues sabia de su vida. De todas aquellas cosas que le habían ocurrido desde su más tierna infancia, de su adolescencia y de aquellos retales de vidas que era la suya.

-de acuerdo a mi promesa tenéis derecho a dos preguntas, formuladlas con prontitud, pues cansada me encuentro dada mi avanzada edad.

Nuestra nueva amiga estaba nerviosa, aunque fue la primera en hablar, ansiosa que estaba en descubrir lo que le pudiera decir, pues no era conocedora de las situaciones por las que su amigo había pasado.

-¿Cuándo conoceré el verdadero amor? He conocido por otros lo que es amar, lo he leído, lo he dibujado en mi imaginación y ahora tengo la necesidad de sentirlo.

-Hija, ese amor del que hablas sólo lo conocerás en tu corazón, cuando aprendas a escucharlo. Ama con pasión, y nunca dejes que tu vida dependa de ello, pues aunque des y recibas, no debes prescindir de tu tesoro más preciado: TU. Disfruta de la relación que te dará el sentimiento, pero jamás dejes que el te guíe en el sendero. El sentimiento debe ir acompañado de la razón. Sólo lo conocerás cuando te quieras a ti misma, será en ese momento cuando comiences a saber que el amor anida en ti, pues el mayor de los amores es el que se tiene a uno mismo y que se reflejará en las personas a las que ames.

Un sonrojo se dibujó en sus mejillas, pues necesitaba saber algo más.

-¿Cómo sabré que ha llegado?

-Muy fácil. Se producirá algo en ti el día en que la amistad alimente tu corazón, las dudas se evaporen en el gusto de vivir tu destino junto a la persona que deseas, con quien tengas la necesidad de compartir cada instante, ya sea hermoso o terrible. Será el pilar donde sostener cada decisión, el mar de calma en la tristeza y el alborozo primaveral de la alegría. La sapiencia de la madurez regada por la inocencia de la infancia. Es la unión del ying y del yang formando un cuerpo compartido por dos almas.

Una sonrisa ilumino su rostro. Sin embargo el joven se mostraba nervioso.

-¿Y nuestro destino está escrito? Nadie mejor que tú para responderme a esto.

La reina pasó su mirada por la sala. No existía ningún libro donde poder entregar la respuesta.

-Querido amigo, sólo yo lo se, pues de tu corazón y tu mente brotarán las palabras del libro del destino. Cierto es que los matices creé antes de tu venida al mundo, pero el único elector del mismo eres tú. Eres dueño de aciertos y esclavo de errores, tu destino eres tú mismo, pues en cada paso aventuras tu mañana, en cada huella marcas tu pasado y cada aurora recibes el presente. Viviendo sen forja el destino. Recordando sin vivir, hacéis renacer el pasado eterno.

Ya satisfecho por la respuesta, quiso hacer la segunda. Sabía de la importancia que tendría, pues según la formulara el encuentro con la verdad sería más o menos lejano.

-Se que sigo un camino que finalizará en el día de mi transito a otra vida, pues la verdad esta en cada uno y uno mismo debe encontrarla. Sin embargo desearía saber algo más, ¿Cómo llegaré a la sabiduría?

La anciana monarca, cual joven doncella se levantó. Le miro fijamente, y le contestó.

-Mira si tu corazón es puro. Si tus pensamientos son alegres. Si tus amigos viven en la felicidad. Al conocer todo esto, encontrarás la sabiduría. La pureza del sentimiento y el esfuerzo de hacer feliz es el mayor saber. Cuidas de ti y de los que te rodean haciendo rodar la rueda de una fortuna que irradia la luz de la tranquilidad, pues quien vive feliz, otorga alegría.

Una vez terminada la conversación se encontraron de nuevo en el camino. No hubo despedida alguna. Ella sólo alzó su mano, los miró y sus sirvientes la devolvieron por la misma puerta pode donde entró. Ahora también era el momento de despedirse el uno del otro. Cada cual debía seguir su camino, aunque ambos sabían q se encontrarían, pues vida les llevaría por parecidos senderos. El encuentro con la Reina del Destino les había otorgado la seguridad de que esta incipiente amistad no sería efímera. El ambiente no era de despedida. Se desearon felicidad y anduvieron sin volverse a buscar al otro. El destino estaba marcado y sólo debían ser pacientes.

Cada cual continuó hacia su propio destino. Ella sabía ahora que debía hacer y las decisiones a tomar. Realmente no había diferenciado la realidad de la fantasía. Todo cambiaba después de los últimos acontecimientos. Quizá fuera por ello que el bosque le parecía menos tenebroso. Las flores silvestres desprendían un aroma más virginal y no tan rudo como anteriormente. Las reflexiones que se hacía le llevaban a la esperanza, un verdor en su alma que le otorgaba una ilusión nueva. El destino está marcado y sólo tendría que ir en su búsqueda sin miedo alguno y con la seguridad de querer vivir cada día, pues la vida es hermosa cuando se mira de frente.

Él, en cambio, encontró un nuevo sombrío atajo hacia su verdad. Aún no había logrado disipar todo lo que en su cabeza anidaba. Los acontecimientos le estaban ayudando, aunque había algo de inseguridad aún en su ser. Fue así como llegó a su última etapa.

EL ANGEL DE LA GUARDA

El sendero era ahora tenebroso, más bien era un camino lleno de ruidos indefinibles y extrañas sombras. Cada paso que daba lo hacía como una exhalación, no quería estar allí. Le resultaba difícil encontrarse en ese lugar después de su anterior experiencia con La reina y con su nueva amiga. Sabía que debía pasar esta parte para hallar su verdad, sólo que en esta ocasión se le hacía más difícil.

El cansancio hacía mella en él. Se recostó en un ciprés que debía de ser centenario. Las sombras y los sonidos le atosigaban. Necesitaba reposar, no tanto su cuerpo como su mente. Las ideas, las experiencias le hacían ver la necesidad de relajarse, aunque el miedo se acrecentaba en él.

En el momento de mayor desesperación, cuando el sueño ya le ganaba y las sombras le acosaban, vio una luz, una luz que le iluminó, y que, sorprendentemente le habló:

-Hola caminante, vengo en tu ayuda, la luz te traigo para que la esperanza vuelva a ti.

El joven, aun somnoliento, no podía creer lo q veía y escuchaba. ¿Será un sueño? Se preguntaba a sí mismo. ¿Será la antesala de la muerte?

El ángel lo miró, y, sonriendo le dijo:

-No te asustes, soy algo así como tu otro yo, formo parte de tu alma, soy la luz que te anima, la esperanza q te levanta.

El joven, aun sin entender lo q le decía, se sintió seguro. Más quería preguntarle quien era.

-soy tu ángel de la guara, aquel q esta cuando no me ves, el mismo q de los peligros te protege, de acontecimientos te avisa.

Nuestro joven amigo no salía de su asombro, pues nunca había escuchado q hubiera Ángeles axial. Mas quería creer aquella luz q ilumino su camino.

-me dices quien eres? porque justo ahora apareces?

-bueno, siempre estoy cuando me necesitas, siempre aparezco en los momentos de mayor angustia, soy aquel q te coge la mano cuando a caer vas, soy esa luz q un día te ilumino en tu camino, esa voz q te llamaba cuando fuiste a caer, ese amigo q encontraste cuando te creías solo.

El joven no podía creer lo q escuchaba. Nunca olvidara esa voz q le llamo cuando estuvo a `punto de caer una noche en un precipicio, nadie había sido, solo una voz desconocida. Ni tampoco esa mano amiga q reno su ímpetu en los momentos de mayor desgracia, o esa persona q jamás volvería a ver q le animo en su peor día.

-sabes? se q nunca creen en mi, q soy una pequeña invención de la mente, pero me gustaría q todos se preguntaran cuando estaban tan mal, quien les ayudo? y esa vez q tan tristes estaban, pero recibieron una alegría, quien les ilumino?

-pero ángel, pocos creen en ti, mas tu tampoco te dejas ver.

El ángel, más feliz q antes, le contesto:

-en este mundo de inseguridad, egoísmo, superficialidad, quien se creería q existo? quien no diría q fue el/la el q lo hizo? entiende q nadie seria capaz de reconocer yo lo ayude, y si no, pregunta cuantas personas lo harian.no, no creo q nadie sea capaz de acordarse de mi, ni q nadie me quiera conocer, ni q nadie dijera q yo le salve....

Tras esas palabras, nuestro joven se quedo dormido, aun en el camino de la tempestad, ese camino q todos recorremos en algún momento y q nunca sabemos como salimos de el.

Cuando el sol le acariciaba las mejillas se despertó, no recordaba haberse dormido, ni q hubo pasado, solo q caminaba solo, en el miedo de su corazón....

domingo, 2 de mayo de 2010

Noviembre de playa

Me tumbe en la arena. Llovía, el agua me caía en la cara, mojaba la camisa que se me pegaba al cuerpo. La luna sobresalía entre las nubes y las olas chocaban en la arena acompasando las gotas que refrescaban aún más la noche.

Ella llegó en silencio. Un vestido de lino, unos zapatos de tacón, ropa interior blanca, una sonrisa eterna que iluminó la noche. Se sentó a mi lado, entrelazó sus dedos en los míos, me miró, me sonrió, me besó.

domingo, 11 de abril de 2010

sin acabar....

Subo con ritmo pausadolas escaleras. Me pesan las piernas. El asfixiante calor de estos díasno hace otra cosa sino presionar aun más mis pensamientos. Un sudor frío recorre mi espaldaa en el momento en que alcanzo el rellano del cuarto piso. Observo la distribución de las puertas. Sólo hay tres. Es un edificioantiguo, quizá de finales del siglo XIX o principios del XX, tan característicos de esta ciudad.Los goznes dorados son sencillas figuras que me hacen recordar libors de terror. El timbre del 4ªA es una rendija con un minúsculo botoncito ennegrecido. Lo pulso. Un seco ring me hace volver a la realidad.

La puerta se entreabre chirriando. Una señora, toda ella vestida de un negro inmaculado, y con un canoso moño alto como peinado, arrugada por los años, me dedica una amable sonrisa desde el umbral. "Pasa, te esperaba desde hace tiempo". El aroma a café recién hecho, tan inconfundible, como ese olor a antiguo que se confabula con un mobiliario por el que parece no pasar el tiempo. ¿Realmente ha sido siempre ha sido así? ¿Ha cambado alguna vez el escenario?

Observo con detenimiento. Hay un sofá apolillado frente a una mesa bajita, donde está depositada la batea con una cafetera de porcelana junto a unas pastas. Sonrío. Las galletitas de frambuesa siempre fueron mi perdición.

Veo en el fondo de la sala un cuadro con una marina, y un velero de fondo. Paz. Todo cuanto me rodea me llena de ella. El marco de la ventana, de una tonalidad oscura, retumba por el edificio por un intenso tráfico que hay a esta hora punta de la tarde. No paece real lo que vivo aquí y lo que es el mundo exterior. Una vez más sonrío.

Nos sentamos uno junto al otro. Sirve el café con gran elegancia. Humea. El aroma inunda toda la estancia, y mis sentidos se embriagan. Giro la cabeza y me encuentro con una profunda mirada donde unos ojos de color azul intenso, escondido tras unas gafas de ontura destartalada me examinan. Con mi mano derecha alcanzo una de las pastas y me la llevo a la boca. Justo en ese momento comienza a hablar:

-¿Qué necesitas saber? Ya hace tiempo que sabía que vendrías, aunque comenzaba a perder la esperanza. Deconozco su paradero, eso lo deberías suponer. Aunque si te puedo ayudar. Cuando ocurrió todo, ella vino aquí. Y fueron muchos los días en los que conversamos. Nunca me insinuó donde iría.

En ese momento un gato color canela cruzó pausadamente la sala para posarse con docilidad en el regazo de la señora. Con su temblorosa mno lo acarició sobre el lomo, brillando un anillo de oro blanco en su dedo anular. El destello me hizo rememorar algo que creí tener olvidado y enterrado en mi memoria perdida. Mi pierna izquierda comenzó su peculiar baile, arriba-abajo, como si de un paso d fúnebres nervios que prcedieran aun sentimiento de vacío se tratara. Ahora sabía que todos los esfuerzos para llegar a ella eran valdíos. No la encontraría. Se incumplió la promesa que una noche nos hicimos. Nunca nos abandonaríamos el uno al otro. Fui yo el que dio el primer pas.

En ese instante noté como su mano se posaba sobre la mía. Me volvió a mirar fijamente y me dio un sobre lacrado con mi nombre escrito. Sabía que era de ella. Ponía una fecha, día y mes, pero no año. No lo ´conseguía entender, sabía el significado de la data, pero no por qué carecía de año.

-"Me dijo que te lo diera cuando llegases, pero que no lo abrieses hasta ese día, que tú lo entenderías".

Una lágrima emergió de mi ojo. Y le siguió otra. ¿Cuando fue la última vez que lloré? Sí, creo saberlo. Pero aún faltabas algunos meses y la paciencia nunca fue mi mejor virtud. Pero debía cumplir. Me quedaba un largo camino por recorrer, donde debía aprender de las situaciones, como ésta, en las que la vida me enseñaba que todo no era de un color negro o blanco, sino que todo serían matices.



Me guardé el sobre en el bolsillo de atrás de mi vaquero. Me sequé la lágrima y miré a la señora. Sí, claro que sabía porque lo hacía, ahora debia continuar mi camino, todo el esfuerzo hasta llegar aquí no me valía de nada. Me acabé el café, le di las gracias a la señora, y salí hacia un futuro incierto. Ahora me tocaba redescubrir mi mundo, mirar hacia dentro en soledad, ella no volvería hasta que lograra entenderla.

Bajé despacio las escaleras, el aroma ya no me abandonaría nunca. Quizá fuera este el momento que tanto me habló ella, ese en el cual uno sabe que las decisiones no vienen porque queramos, sino dadas por jugadas de un caprichoso destino. Mi mochila era mas liviana, o eso me pareció. tenía dinero, pero no sabía donde ir. Crucé la calle, me fui andando hasta la primera para de bus que me topé y cogí uno sin saber bien a donde me llevaría.

Me bajé en una gran avenida. Paseé bajo los árboles, lloré en silencio, no quería pensar, pero no era capaz de hacer otra cosa. Vi una cafetería de esas que parecen salir de los libros de finales del siglo XIX, me senté en una mesa escondida, con su marmol envejecido y rallado, con marcas de quienes quisieron dejar su huella por aquí.

Me pedí una tila, los nervios aún estaban engarrotados. Saqué mi pequeña libreta de viaje, apunté las ideas que me venían, quizá mi próximo destino, puede que un pueblo alejado de todo, en plena sierra, para olvidar y reencontrarme. Si, esa sería la mejor decisión. No se porqué, me fijé en los cuadros que había en el bar, todos antiguos, ninguno era original, estaba claro, incluso algún cartel enmohecido por el pasar de los años. Y me vino a la memoria una aldea de la que me hablaron hace un tiempo. ya sabía cual era mi próximo meta. Pero sobre todo, que necesitaba.



  • Busco una pequeña pensión donde quedarme. Necesito descansar, han sido emociones demasiado fuertes, la esperanza se me desvanece por momentos, la ilusión del reencuentro ha muerto. Quizá debiera haberlo previsto todo, las señales hablaban claro, pero no las percibí. Cuando se fue, no supe porque, no entendía nada, ella se fue de la noche a la mañana, sin ninguna explicación, o eso creí. Ahora si veo más claro las cosas, ella siempre supo que lo nuestro era una historia con un fin, yo no.

    Me tumbo en la cama, cierro los ojos, y su imagen se me viene. Es como una pesadilla, el mismo sueño que tenía antes de conocerla, lo tengo ahora despierto, pero sabiendo que se fue. La justicia del universo, de la madre tierra o de lo que fuera había sido irónica conmigo. Rocé con los dedos la magia, el amor, viví momentos únicos, la inspiración me llegaba a cada segundo, todo conspiraba para mi, y de un día para otro, se fue, se extinguió la magia, ella se marchó de mi vida. Han pasado años, es cierto, tres años que me han hecho madurar, sin saber nada de ella, pero que me han hecho emprender mi sino.

    Di un salto de la cama, me di una ducha, me afeité, aunque decidí dejarme una incipiente barba.De la maleta cogí unos pantalones y una camisa, los zapatos y me fui a tomar algo al bar que había en la esquina de la calle. Era un sitio curioso, se mezclaban gente de muchos estilos, no había silencio, estaba abarrotado, pese a ser poco mas de las nueve de la noche. Vi un hueco en la barra, me senté y pedí una cerveza bien fría. De tapas probé lo que me recomendaron, no tenía ganas de pensar.

    A mi lado había sentado una chica que tendría unos años más que yo. Parecía insimismada en sus cosas, pero me miró con una sonrisa que me dejó algo extrañado. Su cara me era familiar, aunque era seguro que jamás la había visto. Aproveché para encenderme un cigarro, y ella me pidió fuego. Así comenzamos a hablar. Sus ojos denotaban tristeza, melancolía. Pero sus labios inspiraban alegría, y su voz, su voz era una melodía.

    Nos sentamos en una de las mesas, conversamos, hablamos de todo un poco, hasta que le conté mi historia, como me había desengañado del amor. Me intentó animar y decirme que todo tenía un por qué y un momento. Empezó a descubrirme lo que ya conocía, que todo gira alrededor de algo, solo que no vemos las señales. Esas mismas que no vi, y que ahora quiero empezar a percibir. Le pregunté que pensaba de eso, de que el universo conspire para darnos el poder de ser libres, y su respuesta fue concluyente para lo que después haría.


  • -"Todo está escrito, pero nada sigue un canon. Sólo hay que saber leer las señales, aunque tarde o temprano el destino nos llega, de una forma u otra. Somos esclavos de nuestros actos, pero también dueños de los errores. Somos libres al decidir el camino, sin embrago, la meta ya se decidió mucho antes de nosotros nacer".

    Callé, no había otra que hacer sino reflexionar sobre lo que me decía. Sí, claro que tenía razón, desde luego eran cosas que sí pensaba, pero quizá no me había parado a profundizar.

    Me encendía el enésimo cigarro, la conversación giraba en torno al destino, a lo que el pasado marcaba y porque lo hacía. Todo lo que nos ocurría tenía un porqué, y nos conducía a algo que, nos gustara o no, iba a ser nuestro futuro. Empezaba a entender porque se fue, porque no daba señales de vida. Sí, todo estab escrito. Y su "fuga", también.

    Le conté a mi contertulia que desde que se fue, sentía un gran vacío, por eso lo dejé todo para ir en busca de ella, pero que sin embargo, ahora veía que quizá no tenía sentido buscarla, ella se fue, y yo tenía que seguir mi camino, o como leí en un libro, mi leyenda.

    -¿Sabes?, le decía. Cuando la conocí, nunca pude imaginar lo que cambiaría mi vida por ella, y para ella incluso. He hecho cosas que nunca creí ser capaz. fueron unos meses maravillosos, pero se fue, y lo que aprendí, se quedó en el fondo. Sólo el tiempo me ayudó. No entiendo aún muchas cosas, pero ...

    Me interrumpió el camarero, con cara de pocos amigos, diciendo que iban a cerrar, que eramos los últimos clientes, y que por favor, abonaramos la cuenta y nos marcaharamos, que hacía una hora que estaban recogiendo.

    Se me subieron los colores, pagamos, y nos salimos. Me dijo de un sitio en el que podíamos hablar, un pub cercano. Fuimos hasta allí, nos pedimos un par de copas y continuamos con nuestra trascendental conversación. Reimos, nos pusimos serios, hablamos de todo, parecía que nos conocieramos de toda la vida, hasta que nos dio el amanecer en un parque. Nos fuimos a tomar café con churros, o chocolate, más bien, y entonces fue cuando decidimos pasar un par de dias juntos. Total, ninguno de los dos tenía planes más allá de mañana.



Fuimos dando un paseo. No se como sucedió, pero el deseo se apoderó de nosotros en ese mismo momento. Nos besamos apasionadamente, solo hizo falta una mirada. ¿Conexión? Sí, sería eso, el caso fue que estábamos en medio de la calle, la gente paseando, yendo al trabajo y nosotros como quinceañeros que descubren el comienzo sexual.

Al llegar a mi habitación, fuimos desprendiéndonos de ropa, a la vez que conversábamos sobre mil y una historia pasada. Así me enteré que ella era casada, pero estaba fuera por motivos médicos. Sólo de paso. No fue sexo por sexo, fue algo más. Nos tumbamos en la cama, unidos, mirándonos como dos buenos amigos, sintiendo el furor del acto y la necesidad de cariño y comprensión.

Al terminar, ya cerca de la hora de comer, no nos vestimos, simplemente nos quedamos hablando, dandonos la mano y tapados por la sábana medio rohida con la fina manta en el suelo. Su voz, aniñada y angelical, m daba una paz única. Sus ojos me miraban con dulzura. Su sabiduría me estremecía. Mi mente volvió al comienzo de mi camino.

Le dejé algo de ropa, para no tener que ir a buscar nada de la suya, y salimos a la aventura de buscar algo de comer en esta ciudad semidesconocida para ambos. Entramos en una cafetería que tenía todo el aroma del antiguo siglo XX, con posters de Hombres G, Madonna, y varios de esos artistas que nos sacaron una sonrisa adolescente.

Pedimos dos cañas y un par de pinchos, y seguimos donde dejamos todo. Ella me contó que se casó joven, muy enamorada, pero que los años no perdonaban. Todo iba perdiendo fuego, pero jamás, hasta esa mañana, le haía sido infiel. Me quedé asombrado, no entendía porque conmigo sí, con un desconocido. Me miró a los ojos, y me sonrió. "En una vida anterior, ya te dije que volveríamos".

La reencarnación volía a mi. La descubrí con 15 años, en un libro que perdí. Es parte de mi legado, de mi mismo, el péndulo de las almas. Así le describí como he ido conociendo personas que me recordaban algo, sin saber qué. Ella, con su enigmática sonrisa, me contestó que eso era la historia, que yo era parte de la suya, como ella de la mí. Era el fin de un ciclo. Comenzaba otro.

"Mira esa flor, y dentro de 100 años, volveremos aquí juntos, y ya no estará, pero seguro que nosotros sí, pues es un paralelismo que no se puede romper, en cada vida, racerás en mis brazos, como yo en los tuyos, pues gemelos somos, en el alma creadora"

Nos miramos, y seguimos andando. Ella me dijo que nunca terminó de estudiar, pero si se cultivó en mil y una arte, la lectura, el coversar, le daba vida. Me agarró mi mano, y me dijo: "Pasarán años hasta que nos volvamos a ver,pero la huella queda grabada a fuego en mis ojos, pues de la nada apareces, en el todo me conviertes. Me has dado el amor efímero que todo lo llena, has llegado al fondo de mí, pues la pureza de un beso, culmina la felicidad de una vida"

Sus ojos negros se llenaron de lágrimas, su oscuro pelo, suelto sobre sus hombros, sus mofletes rojos de la emosión, sus labios empequeñecidos no acertaban a decir nada más. Le cogí de los hombros, le besé la frente, y como pude, le sonreí. Dulce, amable, bondadosa, era una mujer frágil que lo tenía todo, menos a ella misma.

"Mira el sol en su esplendor, prque cada vez que esté así, te reocrdaré". Me miró, me abrazó, y seguimos caminndo entre ese mar de personas sin rumbo que caminan por ciudades sin alma. Nos sentíamos naufragos en una isla de materialismo, sabiéndonos dichosos del momento, consicentes del prematuro adios, felices del retorno a la realidad, a la cruda vida que hay en el coraón de los solitarios que ya jamás podremos ser.

Nos sentamos frente a un estanque lleno de patos. Los niños jugaban, reían, no muchos, pero si los justos para hacernos recordar una infancia ya alejada. Nuestras vidas pasaron por delante, cada uno viendo el cuento de nuestra historia, palabras furtivas de un ayer, que nos trajeron el atardecer de ese primer día.

sábado, 20 de marzo de 2010

Una historia cualquiera

Al mirar el reloj se dio cuenta de que era la hora. Encendió el ordenador, abrió su msn y esperó. No pasaron mas que dos minutos cuando ella apareción conectada. A pesar de que ya habían pasado varios días desde que se "conocieran" él no era capaz de resistir ese cosquilleo que le entraba cada vez que iban a hablar. No quería darle importancia, aunque quizá...


Ella fue la que le saludó primero. Un simple "wolas", y una risa. El, mucho más serio, le contestó con un "buenas, q tal?". Era como un rito, aunque ninguno de los dos se diera cuenta. No sentían como algo nacía en ellos.


Tras unos minutos de conversacón sobre como había ido el día se encontraron en su página. Fue allí donde se conocieron, un chat cualquiera donde ambos mataban el tiempo. No necesitaban de nada, pero allí se evadían de cada preocupación, de cualquier espamo de negatividad del día. Ese fue su lazo, su conexión.


A la vez que hablaban por el msn seguían las bromas de sus ciberamigos. Reían, disfrutaban de cada segundo que tenían para poder vivir sin agonía, de no decir anda o soltar lo que se les antojara.


Al cabo de una hora decidieron tener algo de intimidad, volver a ese mágico momento en el que ambos hablaban de si mismos al otro, esa unión que sabían que existía pero que ignoraban por el temor de lo no conocido.


Esa noche dieron un paso más. Él, o quizá ella, soltó, sin pervio aviso, que le gustaría que se conocieran en persona. Ambos rieron, pero ninguno dijo anda. Hoy por hoy era solo posible en los sueños de cada día. Ella estaba casada. Él no podía salir de su ciudad por el trbajo que lo encadenaba. Quizá algún día. En ese instante se tuvieron que separar.


Pasó una semana desde aquel día hasta que volvieron a encontrarse. El azar, ese caprichoso destino que marcaba la vida de aquellos que necesitan vivir cada segundo, les jugó una de sus sempiternas jugadas. Pero allí estaban. Volvían a encontrarse una vez más en su edén particula, en esa cueva de íntimo secretos que era la red.


Soñaron con un encuentro, con un beso, un paseo bajo el manto de las estrellas, con una noche de pasión y de caricias, un amanecer de desayuno en la cama y solradiante con aroma de primavera. Dibujaron en letras ese día en que se haría realidad y el destino fuera suyo. Fueron minutos donde la magia volaba por sus dedos y sus corazones desbocados daban impulsos a sus semivacías vidas. Sin embargo, los sueños, sueños son.


Pasaron los meses y los meses y cada día eran puntuales a su cita. Cambiaban las horas, incluso las madrugadas fueron momentos a los que recurrir para poder alegrar sus corazones. Ella seguía casada, él estaba enfrentado a sí mismo. Ambos sabían que todo era ilusión, o quizá realidad, sólo carecían de valentía.


Un día de otoño ella abrió el msn y le habló. No habían quedado a esa hora, pero tenía que decirle algo importante. Se separaba. No por él, no por ella, sólo por ambos. El se quedó atónito. No lo espraba. NO sabía que decir. Planearon pasar el próximo puente juntos, dar rienda suelta a meses de clandestinidad y sueños rotos. Ese día fueron felices como hacía años que no lo eran.


Dos días antes del encuerntro, el la llamó. No podría ir, le había salido un trabajo de última hora y no podía decir que no. No sabía como podría compensarlo, pero pronto se verían. Muy pronto. Ella lo entendió, aunque la tristeza le inundaba.


Pasó el puente y no sabía nada de él. Entró en la página donde tenían amisgos comunes y preguntó por él. Nadie sabía anda de él. Así pasaron las semanas y no aparecía. Ella llegó a la conclusión de que el miedo le había hecho huir. Su teléfono estaba siempre apagado, no lo encontraba por ningún sitio.


Pasaron los meses y para ella él sólo era un recuerdo, quizá el trampolín hacia su libertad, la esperanza perdida de encontrar una ilusión. Sólo guardaba las primeras conversaciones que grabó por aquello de que un día soñó.


A los dos años de la primera conversación recibió un ramo de rosas negras y una críptica nota. "Jamás te abandoné, fue la vida la que me abandonó a mi. Cuando te llegue ésto será el momento en que entiendas que mi vida voló por no ir a tu encuentro."


Buscó en google los periódicos de esas fechas de la ciudad de él. Había habido un accidente de coche. Las iniciales, sus iniciales estaban impresas en letras negras. Había quedado atrapado en un amasijo de hierros y sólo sobervivió tres días. Al recuperar la conciencia, justo unas horas antes de morir, escribió esa nota y le encargó a su hermana que la hiciera llegar. No sabía su dierección, sólo su nombre.

La mujer que pudo amar

Había muerto mi tia abuela, y me dejó en herencia todos sus papeles, sus pocos libros roidos por los años un pequeño baul. No había mucho que salvar, casi todo estaba lleno de humedad, roto o con jirones, sólo una pequeña caja de música que contenía unos folios ennegrcidos por los años.

Los abrí con delicadeza y vi su letra, pero mucho más firme. Era algo asi como un relato, y me dispuse a leerlo. En algunas de las páginas había lágrimas resecas, no sabía mucho de ella, sólo que su vida fue opaca, que nunca hablaba de su pasado, pero no parecía su historia, no por lo que iba descubriendo.

Al acabar de leer, me dispuse a escribirlo. Pero vi una pequeña ranura con un trozo de papel que sobresalía. Descubrí un falso cajón con otro legajo, era un cuento escrito por ella, quizá su más preciado tesoro. Es curioso como vienen las cosas, pero todo llega en el momento justo a la hora adecuada. Ésta vez si que no me resistí, y lo pasé a papel, no quería que se perdiera por segunda vez. Pero antes, copié una frase de su "Testamento sentimental":

"No supe volar y me esclavicé en lo que sólo siguió en mis sueños. Amarré el velero de mi vida al puerto abrigado para dejar pasar la travesía de la felicidad. Dejé volar el amor por el miedo a sufrir, enterré mi corazón y mi alma por vivir en el lujoso vacío del no saber amar"

Después de esto, me dispuse a escribir ese cuento para poder compartirlo. Ahora sí que entendía esas palabras que me sonaban tan raro. Su vida siempre fue locuaz, un matrimonio que era real, sin pasión, cierto, pero faltaba la llama de la felicidad, lo apagado de su mirada hablaba de un vacío, de un temor, de un recuerdo.

"Cuentan que había una princesa que vivía en una torre de cristal. Su familia, su vida, poseía valles y rios, nada le faltaba. Su sonrisa eclipsaba la tierra, la luna y el sol, pero no florecía tanto como ella quisiera. Lo poseía todo, menos la libertad de amar cada día. Su vajilla de porcelana, su cristalería de bohemia y cubiertos de plata y oro, manteles de seda y sábanas de raso. Todo era lujo, menos su alma errática.

Sus paseos por el bosque, sus noches de visita a la luna y las estrellas, el tener todo menos su libertad de sentir la hacían inhalar el humo de la bella prisión donde moraba. Fue conviertiéndose en su esperanza, en la facilidad de vivir para no sentir, en la rutina de no tener carencias para poder borrar la del sentimiento, dejar de ser ella en mor de perder la ilusión.

Cierta mañana apareció por la torre del homenaje un peregrino. No iba a ningún sitio, sólo relataba sueños a quien quisiera escuharlos. Mirada limpia y profunda, nada poseía, sólo su palabra, su sentir y entregar. Voz grave que empequeñecía ante la mirada de quien escuchaba, contaba las mil y una historias que el corazón debe oir y el alma sentir. Las miradas se cruzaron, y ella se estrechó en los brazos de su protector, ese mismo que le regalaba el palacio de cristal donde su felicidad era la ceguera del amar.

Pasaron la noche todos juntos al abrigo del fuego, oyendo leyendas y vidas, corazones rotos y renovados, la música silenciosa, el chasquido de la madera en la alta chimenea, el aire que chocaba conta las ventanas, todo se confabulaba para que todo fuera real dentro de la fantasía. Nadie sabía de donde salió el trobador, ni quien era, el mundo de la magia regalaba momentos así.

Al llegar la aurora la anfitriona le acompañó por sus heredades. Fluía por un rio el agua cristalina, donde ambos miraron el espejo de su alma. El le contó las estrellas que cada noche ella viviía desde su torre. Le convirtió el sueño de conquistar la luna en recibir en su corazón la verdader historia de quien ama. Le rogó que soñara con su vida y llorara lágrimas de felicidad.

Pisaban el verde prado sin rumbo fijo, fueron deshojando el alma, conociéndo sus secretos, regalando el porqué el Dios Destino los unía. Nada es casualidad, todo tiene un porqué. Uno era libre, ella era libre de amar, esclava de oro, pues quería sin amar, rica en el vacío, pobre el la opulencia, pues no hay mayor tesoro que el recibir lo mismo que se siente.

Una llama nació de ese paseo, un ardor en las almas. Los pasos irían en pos de cualquier lugar, destino o tiempo, todo los separaba, pero algo fluía entre ellos. No pusieron nombres, no describieron nada, sólo lo que sentía se reflejaba en sus rostros. El posible amor que sintieran se desvanecería por arte de una magia llamada miedo. Si, uno por perder la libertad de amar a cada rincón de su camino, otra por perder su castillo de cristal por temor de no ver la verdad.

Llegó el momento de la partida. Él dibujó en el aire la esperanza de la vida. A cada uno le regaló un pequeño cuento, unas palabras, unas letras. Cualquiera que hubiera vivido ese momento, sabría lo que buscaba en su interior. A cambio, dichososo él, solo pidió una sonrisa de felicidad, no olvidar jamás que la vida no es más que sueño, y viajar en la felicidad de la libertad.

A ella, en un pequeño rollo de pergamino, le expuso las siguientes letras:

"Vive cada uno de tus días, sigue el camino de tu corazón, guardame en el alma, te llevaré en la mia, siempre te esperaré, pues anidas en el lugar que no se olvida. Mi confianza en ti me llevará a tu encuentro, mis pasos van hacia tí. Sólo si quieres conocer la pobreza de quien ama, deja la riqueza de quien no siente"

Ella supo y no se reconoció que amaba, pudo perder, pero, ¿Qué debia perder? ¿El amor o el castillo de cristal que encerraba el vuelo?