viernes, 4 de febrero de 2011

El Velero

Subo a "Libertad", mi velero anclado en un pequeño puerto de olas bravías y salientes rocosos en forma de pica. La noche amenaza tormenta, los rayos iluminan un horizonte sin estrellas. Las velas aplacan esa brisa huracanada, el mástil baila al son del valls que componen los truenos que llenan el mar.

Hace mucho que no navego, meses quizá que se pueden convertir en años. El pánico me hizo refugiarme en mi cueva terrenal. Hoy el miedo me lanza a este oceano traicionero, el pavor me echa en brazos de la autosuperación. Mi ciega confianza me ha alcanzado el clímax de una pasión desmedida. Vuelo entre olas hacia la perdición.

Dejo fluir la marea sobre el casco de mi nao. Nace en mi sangre esa pasión durante demasiado tiempo negada. Libertad! Me gusta vivir sin saber que me depara el mañana, borrando en la espuma de este mar los recuerdos de un ayer difícil. Busco la luna con mis ojos entrecerrados, la luz de un rayo me ciega, el verdor del mar se entremezcla con el de mi iris. Sonrío sin expresión ninguna, grito su nombre a la nada para que pueda llegar al todo.

Giro el timón sin saber a donde ir. La llama de una canción olvidada me obliga a borrar huellas. Necesito vivir, disfrutar, volver a esa realidad paralela que es mi vida anterior. Soledad entre multitud, vida en pasiones rotas, muerte vital que goza con el cinismo de ese placer llamado tortura. Memoria olvidadiza que escribe en tinta roja de una sangre marchita que aún discurre por mis venas.

No se porqué la mar me ha traído a este lugar. Desembarco sin saber como, me tiro en la fría arena y miro a una luna que semiaparece entre negros nubarrones. Busco mi estrella, quizá fugaz, puede que apagada. Hoy todo me es indiferente, la realidad no puede superar a mi fantasía, vuelvo al mar para morir en vida, vivir en este traspaso a la realidad de mi vida.

Ando descalzo para dejar una huella en la arena. Veo una figura sentada sobre una roca solitaria. Dibujada sombra en perfectas líneas. Me acerco, el silencio nos acompaña, la soledad nos abriga, lo desconocido nos acerca. Sólo necesitamos una mirada para saber que somos dos vagabundos, dos buscadores del conocimiento perdido, dos amantes del sinamor, dos descubridores del ácido y vulgar sinsabor del adios. Somos hermanos de una vida distinta, somos peregrinos de una verdad olvidada, somos prisioneros de una libertad maniatada, somos herederos de una utopía.

Me acerco a ella, la miro, me observa, nuestros ojos se entrelazan. Nuestras manos se acercan, se entrelazan, no hablamos, no sabemos nuestros nombres, nada importa. Rayos que se alejan, estrellas que amanecen en el manto negro de un cielo iluminado por la Luna, el mar temblando en emociones empolvadas por un ayer lejano, latidos de corazones agotados por luchas inocuas, nuestros labios se buscan, el miedo desata el deseo de lo desconocido.

Nos unimos en ese instante de fulgor, de pasión renacida en esos remotos milagros que nacen en el olvido. Labios que forman una sonrisa al unirse, momento renacido de un ayer, vida que rivaliza con la muerte, locura cuerda, las manos agarradas enjugadas en lágrimas sin sabor concreto. Un beso que dura una eternidad y sólo un segundo. La llevo a mi velero, nos sentamos frente al mar. Pongo rumbo hacia ese lugar llamado.... no tiene nombre, es esa isla donde nada ni nadie volverá hacernos mirar el pasado.

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